Llevaba mucho tiempo sin aprender un baile o algo con lo que tuviera que mover mi cuerpo de una forma determinada, así fue como me di cuenta de que me he vuelto muy torpe.
La primera hora era salsa, aprendimos los pasos básicos y luego fuimos profundizando, tocábamos a dos mujeres por cada hombre así que estábamos en círculo y ellos iban rotando. La siguiente hora aprendimos bachata y merengue, básicamente de la misma forma. Al principio yo me sentía muy cohibida, para los erasmus era la primera clase, pero para la mayoría de la gente que había ahí no, así que estaba mucho más verde que los chicos (todos eran estones, ahora entraré en detalle con eso porque no tiene ningún desperdicio) y pasé por las siguientes fases: vergüenza-asco-incredulidad-risa nerviosa-descojone incotrolable. Y he aquí la razón:
LOS CHICOS DE LA CLASE DE BAILE
Lucharé contra mi verdadero yo e intentaré ser lo menos cruel posible con esto. Prácticamente todos los chicos de esta clase, cuyas edades oscilaban entre los 22 y los 50, tenían cara de salidos. Pero esa clase de cara que te intimida y asquea a la vez. Añadámosle que no eran precisamente... unos adonis. El pardillismo reinaba en en el ambiente, además de que no hacía falta tener muchas luces para adivinar que esos chicos debían seguir viviendo con sus padres y que ninguno de ellos parecía tener (o haber tenido) novia.
Resulta dificil lidiar con esa clase de PERSONAJES (os juro que es la mejor palabra para definirlos) cuando te tienen que agarrar de la cintura y lo único a lo que puedes mirar cuando bailas es a su cara a un palmo de la tuya (o el hombro en su defecto, si eran muy altos). Que yo les mire a la cara no significa que ellos hicieran lo mismo, tengo que aprender a decir en estón "mis ojos están unos centímetros más arriba, chaval". Menos mal que cambiábamos de pareja cada dos minutos, y entre uno y otro podía estar sola para asimilarlo. Es mucho más complicado si tenemos en cuenta que con este tipo de bailes se debe tener una actitud sexy y las chicas debemos mover mucho la cadera. Pero como ya he dicho antes, al final me acostumbré y me resultó hasta divertido. Había alguno, dos en concreto, que bailaban muy bien, pero resultaba gracioso ver chicos así moverse de esa forma, sobre todo cuando bailaban conmigo, que me hacían sentir como una peonza.
En fin, ya contaré cómo continuan las clases de baile con toda esta fauna. He hecho unos dibujos de algunos de ellos (imaginad la cara que tendrán para que me de por dibujarlos) así que igual el domingo que viene subo alguno para que os hagáis una idea.
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